Manejo de Límites

Palabras Claves: obedecer, reglas, conducta, berrinches, hacer caso, limites.

La disciplina es el proceso con el que enseñamos a un niño a entender sus límites y a aprender cuáles son las reglas que rigen nuestra sociedad. Les sirve para guiarse y tener una base de referencia, para poder predecir las reacciones de las personas y así poder tener una mejor socialización.

Los límites promueven seguridad, contención y organización; los cuales son elementos esenciales para el sano desarrollo de los niños. Estos le dan la estructura que necesitan para desempeñarse adecuadamente dentro del entorno social, escolar y familiar. El ser adultos, nos da la responsabilidad de guiar al niño y proporcionarle seguridad; pero para lograrlo, debemos entender que tenemos una mayor jerarquía, somos más maduros, contamos con más experiencia en la vida y sabemos más cosas que ellos. Es por esto, que se vuelve una obligación para los adultos, el proveerle al niño de un espacio con límites.

Entonces, ¿Qué son los límites?anger-child-640x426

Los límites son las normas de nuestra casa, las cuales son conocidas por todos y respetadas, por lo que tanto niños como adultos saben a qué atenerse.

Si bien, aquí promoveremos algunas estrategias para implementar adecuadamente un límite con los niños, es importante identificar que esto mismo es aplicable a niños grandes, adolescentes e inclusive a adultos. Entre los ejemplos de límites más usados por niños y adultos son: hora de llegada, uso de sustancias, comportamiento general, actividades que pueden o no realizar, entre otras. Como podemos ver, esto aplica para todos.

Algunos consejos importantes para poner límites de forma general en casa son:

  • OBJETIVIDAD: Debemos especificar qué queremos exactamente de ellos hagan y marcar el límite claramente, como: “Habla bajito, estamos en el cine”, en vez de “pórtate bien” o “se bueno”; de esta manera le indicaremos al niño lo qué esperamos de él, en vez de decirle algo que no tiene significado para él.
  • Otra cosa importante, es el modelo que nosotros somos; es decir, nosotros enseñamos con el ejemplo. Por lo que debemos apoyar lo que decimos con acciones, de tal forma que las palabras coincidan con lo que hacemos; no le podemos decir a un niño que no le pegue a otro cuando le estamos pegando, o que no grite si nosotros gritamos todo el tiempo.

  • A TIEMPO: El límite debe expresarse por anticipado, el niño lo debe conocer antes que se presente una situación dónde tenga que utilizarlo. Si las reglas del juego son claras, el niño sabrá como jugar y comportarse en el juego. En caso de que el menor no respete algún límite que no hayamos preestablecido, se le dice “a partir de ahora, ya no…”. Es importante recalcar que los límites son los lineamientos de un adecuado comportamiento y no un castigo; por lo que si lo usas como castigo pierden su importancia.

  • OFRECER OPCIONES: como padres tenemos la autoridad para decidir qué es lo que nuestros hijos deben hacer, pero para promover su autonomía y capacidad para tomar decisiones, es recomendable ofrecerle cosas para que escoja. Estas opciones harán que nuestros hijos, se sientan que son tomados en cuenta y  que son importantes, por ejemplo: “Es la hora de vestirse ¿Quieres ponerte estos pants o este pantalón?” De esta forma, le están enseñando a su hijo lo que es la responsabilidad sobre sus acciones y esto es parte fundamental de los límites, ya que al ellos sentirse responsables de sus decisiones, tanto de vida cotidiana sobre sus conductas, tenderán a respetar más los límites porque conocen las consecuencias de sus actos.

  • SEAN FIRMES: Los límites deben ser recordados con voz segura, sin gritos y con una mirada seria en el rostro; por ejemplo: “para en este momento de pegarle a tu hermano!”. Un límite firme le dice al niño que debe detenerse de inmediato. Si su hijo es pequeño, y el mal comportamiento fue gracioso, evite sobre manera reírse enfrente de él, ya que de esta forma está reforzando la conducta negativa (y aunque una vez puede ser gracioso, si esto se repite ya se convierte en algo molesto).

  • ACENTÙE LO POSITIVO: Los límites deben presentarse de forma clara, deben centrarse en la conducta deseada y ser expuestos de manera positiva; por ejemplo: en lugar de decir “no subas los pies al sillón”; decir: “pon los pies en el piso”; así le indicaras qué debe hacer y no lo que está haciendo mal. Si solo nos basamos en señalarle su conducta incorrecta, el niño sentirá que todo lo hace mal, afectando así su visión de sí mismo;  y a demás no sabrá qué es lo que debe hacer o cómo enmendar su error.

  • QUE SEAN COMPRENDIDOS: La persona que puso el límite debe estar segura que el niño lo comprendió. Esto se puede comprobar, pidiéndole al niño que repita lo que se le dijo en sus propias palabras. El lenguaje del niño es diferente al del adulto, por lo que sería bueno procurar utilizar palabras que usan los niños. De igual forma, el mensaje debe ser preciso para evitar que no sean largos, entre más pequeño es el niño, más corto debe de ser el mensaje. Evite generalizaciones, es decir, el decirle a tu hijo que obedezca o que se porte bien carece de significado para él. Se específico en lo que debe hacer. Cuando una persona entiende el motivo de una regla, se sentirá más animado a obedecerla.

  • QUE SEAN DE MANERA IMPERSONAL: Cuando decimos “quiero que te vayas a la cama ahora mismo”, se crea una lucha de poder con el niño (esto va a depender de la edad del niño y del tipo de relación que se establezca), por lo que sería mejor decir, “son las 8, es la hora de acostarse”, de esta manera no se crea un conflicto entre el adulto y el niño, sino entre el reloj y el niño. Otro elemento a tomar en cuenta, es que los límites NO deben llevar las palabras: “me gustaría, quisiera, me encantaría, etc.” ya que le estamos dando a entender que sólo deseamos algo y puede ser que el niño no lo desee, por lo que no tiene que hacerlo necesariamente.

  • SEAN ASERTIVO: Los límites deben de marcarse con afecto y utilizar un tono de voz normal. Asimismo sí se explican las reglas de forma tranquila y por anticipado (y ya sabemos como padres cual va a ser la consecuencia de los actos) evitaremos el enojo y el hablar con un tono de voz alto.
  • Si el límite no fue transmitido previamente porque no se había presentado la conducta, indíquele a su hijo que “a partir de ahora debe…” y se le explica la nueva regla y su consecuencia. Todo esto nos ayudará como padres a ser asertivos y realmente inculcarle el límite a nuestro hijo y evitará que el enojo nos gane (y por ende la culpa posterior), ya que si bien en un momento los gritos pueden funcionar, ya que el niño se atemoriza, pero a la larga pierden su efectividad. Es importante que como adultos no confundamos, el enojo con el poner un límite.

  • SEAN CONSISTENTES: la regla de oro para aplicar los límites es ser consistentes y constantes con los límites que aplicamos, de manera que si la hora de dormir es a las 8, se debe respetar aunque el niño esté jugando o no quiera, ya que si damos la oportunidad a nuestros hijos de dar vuelta a nuestras reglas, ellos terminaran no respetándolas. Los límites deben ser reforzados  y recordados constantemente, hasta lograr que el niño lo haga de manera automática y sea parte de su vida diaria. Sí el límite no es tan importante para nosotros, no vale la pena esforzarse en éste; por ello escoge tus límites adecuadamente.

 

  • DESAPRUEBEN LAS CONDUCTAS, NO AL NIÑO: es importantísimo que dejemos claro a nuestros hijos, que la desaprobación que viene de nosotros va dirigida a su comportamiento y no hacia ellos, no los estamos rechazando, ni los vamos a dejar de querer, por eso es importante cuidar qué les decimos, ejemplo: “Niño malo” (desaprobación del niño) deberíamos decir “No muerdas” (desaprobación de la conducta).

  • LAS CONSECUENCIAS: Debemos comprender que todo acto lleva a una consecuencia, siento esta una ley general de vida. Muchas veces sabemos las consecuencias que va a tener una conductas o la podemos imaginas, y es esto lo que va a promover o no dio actuar. Es por ello que en límites firmes se deben de especificar las consecuencias por anticipado para que un límite se cumpla, ya que de lo contrario pierde su importancia. Especificar cuáles son las consecuencias sí no trabajan, si no recogen, sí pelean, etc. Así los niños comienzan a comprender el significado de sus acciones dentro del entorno que los rodea; es decir, las consecuencias tienen que estar relacionadas a la falta que cometió. Por ejemplo: si pierde una pelota de un amigo, la debe de reponer; si tiró los lápices de colores los debe de recoger, sí le pega a algún compañero, debe pedirle disculpa y pensar otra manera de resolver el problema, entre otras.
  • Es importante llevar a cabo las consecuencias que impusimos, ya que sí sólo son amenazas, el límite pierde su importancia. Es importante mencionar que uno no debe decirle al niño que se le va a poner una consecuencia, sino que se le pone la consecuencia y se le verbaliza el porqué la puso. Los padres debemos recordar que si amenazamos con una consecuencia o con un castigo (dependiendo del daño ocasionado), el niño inicialmente desistirá la conducta, pero le estamos enseñando que nuestra palabra no vale, y que no importa lo que tú le digas, eso no se va a cumplir o no siempre se cumple.

  • NO NEGOCIABLES: No debemos de negociar los límites, lo que se dijo es un hecho. Si después de que pasó la conducta, deseas sentarte con tu hijo a explicarle la importancia del dicho límite, y le permites que él explique su opinión, pueden llegar a una negociación sobre el límite y su consecuencia a futuro; eso sí, nunca negocies un límite inmediatamente después de que fue roto.

Hay que recordar que la desobediencia, el negativismo, los berrinches y la rebeldía son parte  natural de la formación de la personalidad del niño, por lo que hay que entenderlas y enseñarles a nuestros hijos a expresar sus emociones de otra forma más adecuada y acompañarlos cuando estén expresando una emoción de modo que sepan que sentirse triste, enojado, contento, es válido siempre y cuando se demuestre adecuadamente y sin faltarle el respeto a los demás o al medio que los rodea.

Debemos siempre recordar que cuando nosotros estamos enojados o exaltados, no podemos ni debemos hablar con el niño, ya que la consecuencia será más fuerte y somos más propensos a ser verbal y/o físicamente abusivos con los niños, por lo que debemos mantener la calma. Es importante señalar, que en ocasiones nosotros los padres estamos muy enojados por diversas circunstancias de nuestro entorno, y para agregar otro problema extra, nos encontramos que en casa nuestro hijo no nos obedece y no nos hace caso. Esta situación se debe a que no estamos poniendo límites asertivamente, por lo que la culpa es nuestra. Pero por todo lo que llevamos encima con nuestro trabajo, situación de vida, etc. en ocasiones hasta lleguemos a gritar de más o actuar nuestro enojo con un pellizco, nalgada o apretón. Debemos entender que el cúmulo de cosas que tenemos encima va a generar que ese pellizco, nalgada o apretón sea dado con mucho enojo y le podemos hacer daño a nuestro hijo.

Una de las claves del éxito para poner límites claros y adecuados es que los padres tengan siempre una excelente comunicación y concordar como pareja en las reglas de la familia. Es preferible, discutir largas horas en pareja y llegar a un acuerdo real entre las partes sobre los diferentes límites que se van a comenzar a impartir en casa, para que los dos los respeten y sus hijos comprendan que son un frente común. Esto evitará chantajes, preferitismos, berrinches y discusiones.

Esperamos esta información les sea de utilidad, estamos a sus ordenes para cualquier duda. Y recuerde, los límites se colocan para ayudar al niño a integrarse y a sentirse mejor, no creamos que los límites nos van a provocar que el niño se sienta triste o reprimido, por el contrario los límites le van a permitir ser creativos, independientes y autónomos. No confundamos los límites y sus consecuencias con represiones y castigos.

En cuanto al desarrollo de niños pequeños (0-6 años), hay etapas de su vida en las que son más rebeldes que otras. Debemos entender que esto es normal, y es su forma de ir desarrollando diversas habilidades emocionales (seguridad, autonomía, independencia). Pero esto no quiere decir que por ser una etapa del desarrollo no debemos poner límites claros, solo que debemos poner límites adecuados para la edad. Los tips anteriores son igualmente aplicables, pero debemos ubicarnos con la etapa de vida de nuestros hijos.

0-1   año:

En esta etapa de la vida, el niño no presenta un lenguaje para expresar su necesidad, por lo que llora para que el adulto busque la causa de este llanto, lo cual es lo que le está generando la insatisfacción.

El adulto debe establecer una rutina estricta de alimentación y sueño, para evitar la irritabilidad del niño; y atender a su llanto de forma adecuada.

1-2 años:

Esta etapa los niños exploran su medio, pero no tienen desarrollado todavía el sentido del peligro. Es por ello, que el adulto debe propiciar que se encuentre en un ambiente seguro y libre de peligro, dándole juguetes y material es seguro.

En esta etapa los límites deben ser comprensibles por el niño y cortos (“nos vamos”); y debemos ante una situación de peligro decirle que “NO” pero con una explicación a lo que se puede enfrentar (“no porque quema”).

2-3 años:

Es la época de los berrinches, ya que ésta es su manera de aprender a controlar su medio ambiente. Esto nos indica que debemos verbalizar nuestro desagrado por el berrinche e indicarle de qué otra forma podría resolver su conflicto; pero si persiste debe ser ignorado el comportamiento. Debemos dar órdenes cortas y aclararle la situación a tu hijo; así como también darle la oportunidad de que tome ciertas decisiones sencillas entre las opciones que le damos, así su hijo sentirá que tiene el control (elemento importante en esta etapa).

3-4 años:

Ya a partir de los 3 años, y en algunos niños más adelante, los límites comienzan a formar parte de los hábitos de su vida diaria, ya que comprenden su función. Es por ello que debemos ser muy consistentes con los límites.

Pero también es importante aclarar que en esta etapa comienza el temor a la posibilidad de separarse de sus padres (abandono), y comienzan las pesadillas y el temor a la oscuridad. Por ello, como padres debemos entender que esto es una realidad en nuestros hijos, y debemos escucharlos, conocer  sus preocupaciones y miedos, que exprese sus sentimientos y proporcionarle seguridad, para que sienta protegido.

Evite límites como el apagar el 100% de las luces del cuarto, si tiene una pesadilla acompáñelo unos momentos para que se sienta seguro, refuerce en indicar qué debe hacer en vez de qué es lo que está haciendo mal, señale más sus logros.

4-6 años:

Ya a los 4 años los límites son parte de sus vidas, pero se comienzan a romper por la interacción social y la presión escolar. Por ello, es importante que los límites sean recordados, y establecer rutinas que nos permita apoyarnos para hacer cumplir los limites.

Los niños mayores de 6 años y los adolescentes, comprender perfectamente el lenguaje adulto, lo que son consecuencias y hasta el significado real de un castigo. Es por ello, que usando los lineamientos generales se impartirán los límites de forma adecuada; eso sí, recuerde que mientras más grande se comienza a impartir un límite más difícil será para el niño aceptarlo.

“Todos los padres son maestros,

 se den cuenta de ello o no”

y no olvidemos que más se enseña con el ejemplo que con las palabras.

Mtra. Jessica Cival

Noviembre 2013

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